lunes, 27 de agosto de 2012

Pequeño momento de descontrol

Llego a casa a las 11 sin haber merendado, curiosamente sin hambre, pensando en no cenar, cuando mi padre me dice desde el salón:
- Hay pan en la cocina, si no vas a cenar congélalo.
- Pues lo congelo.
- Como veas... es baguette.
De repente se enciende una chispa en mi cabeza y voy directa a la encimera, y en lugar de congelarlo sin pensármelo dos veces, saco la barra de la bolsa (quedaba algo más de un cuarto) y corto un pedazo. Lo como mientras abro la nevera y cojo queso y un poco de jamón. Empiezo a cortar, comer, cortar, comer...Consciente de las consecuencias que traerá, de que mañana tengo que volver a mirarme al espejo y subirme a la báscula, de que ni si quiera tengo hambre. Al final me he acabado todo el pan.
No entiendo nada, por suerte estas pérdidas de control dejaron de ser frecuentes en mi hace casi 3 meses, y aunque no he adelgazado demasiado, ya casi no vomito, y no he engordado más. Soy consciente de que no atracarme y vomitar todos los días ya es un gran avance, pero aún así es duro saber que cada vez que nos llevamos algo a la boca, dudemos si vamos a vomitarlo minutos después o no, de como lo haríamos, cual sería el mejor momento, si haríamos ruido o no se enteraría nadie...y que probablemente esto vaya a ser así el resto de nuestra vida, aunque no nos volvamos a purgar jamás. Es triste, muchas veces pienso en ese anuncio que dice "La vida no está hecha para contar calorías". En nuestro caso sí es así, y una vez empiezas no lo puedes pasar por alto nunca más. A lo mejor la comemos aun sabiendo que son demasiadas, pero nunca dejamos de contar y de torturarnos con ello.

En fin el verano en sí, como ya dije, está siendo bastante triste, salvando las pocas ocasiones que vi a X. y alguna que otra noche de fiesta que sí valdrá la pena recordar, intento ocupar mi mente en algún libro o película, o dejar pasar las horas muertas durmiendo.
Me queda una semana aqui, y aunque tengo miedo de volver a la dinámica de antes, de vivir sin mis padres y comer descontroladamente, me muero de ganas de marcharme y recuperar mi vida universitaria. Allí nunca me siento sola y siempre tengo algo que hacer. Confío en no perder el control otra vez, hoy pienso que no podría recuperarlo.

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